31 diciembre, 2014

Precuela — II


León despierta en medio de la madrugada y se convierte en cordero.


Mayo 28.
Todo el tiempo estoy a la espera de que el tiempo pase.

Se trata de ver pasar las horas percibiéndolas con cada órgano del cuerpo, con cada sentido adormecido. Saber que corre lento y no sentir más que con la mente en otro lado. Hasta llegar y recostarme en un lugar en el que al abrir los ojos estés vos y esos intentos de asesinarnos que terminan en lluvia, un chaparrón amable que acaricie nuestra furia. Cálida, justo como lo precisamos, como te necesito, como debería de ser yo.
El tic toc se recupera, el sueño empieza a despertarse. Ahí mismo, entre mil almohadas vos y un segundo de paz. Te quiero porque el tic toc pasa fugaz y no duele. Rápido y no pesa. Hasta que abro las ventanas de mi mente y el sol no está, solo es el techo y otra vez mi desconsuelo que acompaña al silencio entre mis sábanas. La angustia que apuñala a mis palabras, es la misma que tarde o temprano vomitará en tu espalda, pero recuerda que el que avisa no traiciona y mi desesperación a tu conocimiento le ha sido siempre fiel.




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Todo relato redactado aquí me pertenece (salvo aquel en el que especifique lo contrario). Los hechos y/o personajes pertenecientes a cada uno de los textos son ficticios, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. Advierto que pueden existir excepciones.

De todas formas interprete las cosas como se le de la gana, ya que a mi nunca me hacen caso y sacan cualquier conclusión.

Cuénteme de usted o hábleme mal.
No más ordenes. Besos, abrazos y patadas.