05 julio, 2014

Humanidad en lata I

Tus días armados te enferman
Te explican los síntomas de tus propia ignorancia
Depositás tu fe y la salvación no te pertenece 
Te venden el remedio para tu miedo
Que te genera dos más
Dependencia
Y el circulo ha comenzado.
Pero vos crees, porque alguien a quien también le fue entregada su rutina, tiene una prueba de que vale y que todo es ajeno a vos. 
La culpa protagoniza la obra, pero tranquilo, hay cotillón suficiente como para que te ocultes bajo un manto de apatía, la máscara del conformismo y salgas a distraer. Sos un extra más el acto de vivir.


¿Por qué esa tendencia a pensar que necesariamente las respuestas vienen del exterior? Esa especie de complejo de inferioridad que nos hace sentir incapaces de buscar por nosotros mismos la verdad (ya ni siquiera hablo de hallarla), de entender aunque sea un poco las situaciones y que nos obliga a recurrir a agentes externos con matricula y uniforme, que nos corroboren la vida con un diploma, que nos determinen las creencias, los miedos y nos cumplan el capricho de simplemente ocupar un espacio físico, encerrados en nuestra propia carne, privados de ser, pero estar. 

Esa estúpida manía de empezar a "vivir" cuando nos vemos al límite, y aun así, después de un fin de semana en la costa, un par de golpes al cuerpo, una noche de valor, creemos todavía haber llegado a algo, cuando a solas nos quedamos con el vacío de haber perdido el tiempo en necesidades irreales generadas por un entorno que busca exclusivamente aprovecharse. Que nos ofrece todo enlatado y creemos estar frente a una gran ventaja, pero solo estamos propagando una infección. Porque los desechos generados por las fallas de este sistema establecido, donde todo es material y empobrecido de alma, se acumulan y nos contaminan la humanidad que guardamos bajo siete alarmas, tres cámaras y un televisor que nos distraiga de enfrentarnos a nuestra propia desdicha de no ser más que lo que quieren que seamos. 

Pero, ¿quiénes son ellos si todos somos parte del mismo cúmulo de esclavos de angustia? Víctima o victimario. ¿Quiénes son ellos mas que nosotros? Los productores directos e indirectos de esta enfermedad, quienes avalamos el hambre, la tortura, la codicia y esta mierda (y más). Mirando para otro lado, cosificando lo esencial, prostituyéndolo y desvirtuándolo hasta el final. Vendiendo nuestra vida a lo que no nos pertenecerá jamás, pero que nos "dignifica". Destruyendo para tener un cacho de seguridad en un papel que certifique, que a pesar de ser completamente efímeros, estamos dejando una huella de plástico, un pedazo de falsa eternidad. 

¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Qué hago? ¿Por qué? ¿Y por qué existo?... En verdad, ¿"existo"?  
 Frenar por un segundo, escucharse a uno mismo, contestarse y conocerse de una vez. Y ahí sí, actuar, que a fin de cuentas es de la única puerta hacia dejar de ser partícipes elementales de la destrucción. Pero somos cómodos. Yo soy cómoda.

(...)





Me está enloqueciendo, me llena de rabia. La gente no se da cuenta, y hay quienes lo hacen pero no quieren aceptarlo. Pero, ¿cómo puedo culparlos si hasta hace poco yo también estuve en el mismo lugar? 



Si mi mente se libró de las vendas, entonces que la suelas de mis pies que van creando este camino, desaten estas cadenas. Pero ya no quiero volver a dormirme entre las sombras, que estoy buscando llegar al Sol. 






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Todo relato redactado aquí me pertenece (salvo aquel en el que especifique lo contrario). Los hechos y/o personajes pertenecientes a cada uno de los textos son ficticios, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. Advierto que pueden existir excepciones.

De todas formas interprete las cosas como se le de la gana, ya que a mi nunca me hacen caso y sacan cualquier conclusión.

Cuénteme de usted o hábleme mal.
No más ordenes. Besos, abrazos y patadas.